miércoles, 23 de enero de 2013

Cuento Vital

Sus ojos eran arrasados por las lágrimas,pensaba en todo aquello cuanto dejaba atrás.La incertidumbre ante lo que se hallaba ante ella resultaba insoportablemente dolorosa pero también latía en su corazón una luz nacida de la esperanza que asomaba en sus pupilas haciéndolos brillar como lagos de estrellas.
 
Sentía a sus ángeles con ella, todos aquellos que había dejado atrás en su afán de volar en soledad hacia destinos que aún no habían sido escritos, hacia sueños creados entre las nubes, el raso y el terciopelo.Unos sueños que la hacían querer vivir más deprisa, que la empujaban a comerse el mundo, y a querer  sentir.A que todas las fibras de su ser, cada poro de su piel fuera protagonista en todo minuto de su vida.Había pasado por varias etapas en las que había aprendido que es importante todo día a día, uno detrás de otro y que no importara como estuviera el cielo al despertar, nublado o con sol,sabíamos quienes eramos cuando despertábamos pero ignorábamos como podría sorprendernos este nuevo día.
 
Sabía que llorar no era sinónimo de detenerse sino un preludio de la avanzada,las lágrimas eran las medallas del héroe,condecoraciones derramadas por valentía, por coraje , por humanidad, por amor ,por dolor, por arriesgarse y morir o ganar en nuestra profunda batalla de la vida. Así era y esbozo una ligera sonrisa , contaba con fortaleza y ternura a partes iguales que habían forjado su corazón,a sangre y a fuego , sabía ser dulce y generosa pero en ocasiones podría resultar en exceso egoísta e intolerante.
 
Recordaba las palabras del anciano sobre el puente:-La sensibilidad es pureza, y es bueno que la poseas pero es posible que por ser tu tan sensible y especial aquello que a otra persona le duela tan sólo un segundo en su vida a ti te podrá doler uno y mil atardeceres.
 
Sí, aquello era verdaderamente cierto pero entonces a qué era a lo que había que renunciar a la sensibilidad o al dolor.¿Sería posible poder dejarlo todo al azar ?,También implicaba tener que dejar de ser como era ahora mismo, sería como ponerse otro corazón de una persona distinta, diariamente se cruzaba con aquellos que no eran ellos mismos¿esos armazones de verdad eran felices?
 
Recordando al anciano se prometió en su interior que intentaría crecer y que al menos cada día antes de dormir se debía una sonrisa, sólo para ella, una sonrisa pura y sincera que la haría comprender  que de cualquier manera seguiría siendo fiel a si misma.Sabía que a veces la sonrisa aparecería escapándose de sus labios sin ningún esfuerzo y otras quizá costaría un poco y tendría que indagar buscando en su corazón las campanillas alegres que en otros tiempos sonaron,las miradas de quienes la querían así sin más por ser ella misma.
 
Habían pasado casi sos días que ni sintió como aletargada esperando con impaciencia, otro de sus grandes defectos, que el Amor llamara a su puerta. No era ni demasiado pequeña, ni demasiado adulta pero había llegado un momento en que necesitaba ser abrazada, comprendida y arropada por un alma común.
 
Encontró un tesoro perfecto en su camino, era algo extraño porque ella seguía la senda y a un lado del camino había solo piedras, cantos rodados que se metían en sus zapatos y le lastimaban los delicados pies. Al otro lado de la senda había piedras esféricas de colores brillantes,miles, grandes y pequeñas con un fulgor intenso que las hacia aun mas atrayentes si cabe.Ella dejándose llevar por el hermoso brillo y la ligereza de dichas piedras cogió varios montones y llenó su saquito. No cogió sin embargo ninguna del otro lado del camino porque eran molestas, pesaban y no tenían brillo.
 
Cuando llegó al río se sentó agotada, tenía frío y sueño, los pies doloridos aunque pensó que el viaje había merecido la pena por ese hermoso tesoro que llevaba en la bolsa.Lo abrió para contemplarlo a la luz de la luna y comprobó asombrada que el saquito estaba vacío, no quedaba nada, las esferas maravillosas se habían deshecho convirtiéndose en polvo de estrellas que ascendió para mezclarse como el cosmos y seguir siendo parte del universo como siempre había sido.
Por otra parte las duras piedras de dentro de sus zapatos seguían allí y la sirvieron  para hacer una pequeña hoguera en la que calentarse pies y manos.
 
En ese momento sintió que Dios le había dado una gran lección de valentía y conocimiento y dio gracias por todo lo bueno que tenía día a día, y por sobre todas las cosas por su familia y amigos.

 

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