sábado, 22 de febrero de 2014

Las azaleas del amor XIV

Aprovechando algunos minutos de paz en mi soledad  para compartir con vosotros otro capítulo de Las azaleas del amor, para que podáis seguir disfrutando y descubriendo como anda el corazón de Lori Anne ,esperando que el vuestro ande mas tranquilo y reconfortado que el de nuestra protagonista y deseándoos a todos un fin de semana espectacular.
 
 
Capítulo 14
 
La casa de la playa era una construcción moderna ,amplia  y bohemia. Tenía aspecto de gran barco encallado en la soledad del mar, de  formas irregulares y con ventanas redondas como los ojos de buey. Representaba todo lo contrario a la mansión Lowenfeld, de estilo romántico y tradicional.

Estaba emplazada en un lugar tranquilo , lejos de la ruidosa ciudad costera. Pensé que seguramente sería el lugar perfecto para reflexionar sobre mis sentimientos atormentados. Cerré los ojos durante un instante e imaginé que Albert y yo correteábamos por la arena , perisiguiéndonos como dos locos adolescentes enamorados incapaces de saciarse con los besos y caricias que nos prodigábamos ansiosamente , con descaro ... El final del sueño era cuando caíamos sobre la arena y entre sus cálidos brazos sentía sus besos apasionados y tiernos a la vez , mientras las olas nos acariciaban con calma y quietud.

En estos momentos me embargaba una terrible depresión , me preguntaba si sería capaz de superar el amor que me inspiraba Albert. En el instante en que partimos de la mansión nos despidió toda la servidumbre. Todos estaban allí, excepto él. Aprovechando que solo Jasper se quedaría en la mansión por motivos de trabajo y dando por hecho que no eran necesarias tantas flores en el interior del hogar pidió algunos días libres para poder cuidar de su madre que había vuelto a empeorar.

Me imaginaba como sería su familia, su madre, su hermana, la casa en la que habitaban , cada rincón donde él había crecido... Sentía deseos por descubrir todo lo que le rodeaba. Pero no , seguramente ya era demasiado tarde para que la vida nos diera una oportunidad. El destino se había encargado de enfrentarnos desde un principio , porque sí, era como si nuestra historia de amor se hubiera terminado sin tener derecho a comenzar siquiera, y yo lo sentía en mi interior como una herida que sangraba poco a poco, pero que jamás a lo largo de mi vida , pasara lo que pasara, lejos de él, podría cicatrizar. Sin embargo lo peor de todo era que mi corazón se hallaba cruelmente fraccionado. Por un lado deseaba los labios de Albert y  , por otro la dulzura de Alexander me atraía como un imán. Decidí que lo que tenía que hacer era pensar quien delos dos realmente aceptaría mi alma humilde ofreciéndome a cambio la suya. Tomar esta decisión resultaría duro , pues aún desconocía cosas importantes para el desarrollo futuro de mi existencia .

Tras instalarnos cómodamente y después de cenar, Alexander y yo salimos a pasear mientras los demás se acostaron. Al salir Alexander me tomó la mano y no sin antes mirar a Francesca posó sus labios suavemente sobre  los míos. No pude evitar ver como se dibujaba en su cara una pérfida sonrisa de complacencia , aunque imaginé que mis nervios e incertidumbre eran los causantes de que así hubiera confundido una sonrisa feliz hacia su hijo con una sonrisa maligna.

Las estrellas brillaban  apacibles en el cielo como si desde allí arriba iluminaran los sueños de cada uno de nosotros. Mirándolas buscaba una estrella fugaz a la que pedirle un deseo que brotara sincero de mi corazón .

Por fin una ráfaga de un color luminoso y brillante surcó los cielos velozmente, mientras su vistosa cola se deshacía en destellos a su camino dejando toda una estela de ilusiones. Cerré los ojos fuertemente y lo formulé con devoción. Algo dentro de mí me indicó que se cumpliría.

Los días pasaban tranquilos y cálidos. Solo Emma parecía no disfrutar de la playa y seguía inventando enfermedades que solo ella era capaz de creerse. Henrietta y Francesca dejaron de ocuparse de ella de forma tan obsesiva como lo hacían en la mansión . Ambas andaban locas de aquí para allá hablando a escondidas y callando si aparecíamos Alexander o yo. Después nos miraban con una sonrisa pícara de complicidad y desaparecían sospechosamente. Algo tramaban , pero ¿qué era ? Al menos Henrietta jamás había tenido secretos comigo, excepto el que hacía referencia a su propia  vida . Preferí no darle importancia y dedicarme a disfrutar de los días de sol y playa.

Alexander se ganaba mi cariño día tras día, pero aunque él se esforzaba en conquistarme no sentía verdadero amor por él y me hacía daño pensar que  podría descubrirlo.

Un día, antes de regresar a la mansión sucedió algo inesperado que volvió a descolocar mis sentimientos cuando yo, tras mucho esfuerzo había conseguido ordenarlos y tenía tomada una decisión .

Tras haber cavilado durante bastante tiempo, me di cuenta que el amor de mi vida era realmente Albert. Él tenía esa pasión y esa fuerza que me atraía tanto, y estaba segura de que me podría hacer feliz y protegerme de todo en los momentos más difíciles.

Alexander era demasiado sensible , la dulzura estaba muy bien en una relación , pero mi corazón también buscaba otro tipo de emociones .Una vida entera a su lado sintiéndome como una diosa podría estar bien , pero corría el riesgo de aburrirme y buscar inquietudes en brazos de otro hombre. Me sentía cruel pensando en ello , pero la decisión estaba tomada. Solo Albert sabría hacer correr la sangre por mis venas. 

Como cada noche Alexander y yo salimos a pasear tomados de la mano .

Una espléndida y brillante luna llena seguía nuestro itinerario

iluminándolo con destellos de esperanza . Empezaba a refrescar y


yo sentía frío, entonces Alexander me colocó su suéter rodeando mis

hombros. Al hacerlo se acercó más a mí y haciendo que me perdiera en

su brillante mirada azul me besó profundamente como jamás

antes lo había hecho. Mi corazón empezó a latir aceleradamente.

Estaba confusa. Entonces hizo que me sentara a su lado , en la

arena, empezó a juguetear con mis rizos mecidos por la suave brisa y

recorrió mi cuello con diminutos besos ardientes . Podía sentir mi

respiración entrecortada. Pensaba que ahora me pediría que

hiciéramos el amor, pero no fue así . Los dos nos quedamos callados

durante mucho rato, yo imaginé que quizá se sentiría avergonzado. Me

acerqué a él y le tomé de la mano. La expresión de su rostro cambio

de repente. Ya no parecía un niño travieso. Había comprendido que no

me había ofendido con su actitud.

Cierra los ojos - me dijo - Le obedecí pensando que volvería a

jugar conmigo, pero de nuevo me


equivoqué  - Ya puedes abrirlos, Lori , deseo darte una sorpresa y

creo que ahora es el mejor momento. Me harías el hombre más feliz de

la tierra si te quisieras casar conmigo- susurró a la vez

que me mostraba un pequeño cofrecito de terciopelo. Al abrirlo un

brillo luminoso me deslumbró .

En su interior permanecía enterrado un pequeño tesoro. Era un

hermoso anillo de pedida. En la fina alianza de oro lucía engastado

un diamante tallado. Alexander cogió mi mano con delicadeza e hizo

intención de ponérmelo en su dedo correspondiente. Yo , que me había

quedado perpleja ante esta grandiosa sorpresa reaccioné retirando la

mano con suavidad, pues no pretendía hacerle sentir mal .

- Lo siento, creo que no sería honesto aceptarlo. Esto ha sido

demasiado inesperado y ahora no se como debo actuar  - Entonces ¿ no

me quieres ?  -  No , no es eso. Claro que te quiero pero de una

forma muy especial. Realmente estoy enamorada de otra persona. - ¿

Puedo saber quién es el afortunado ?  -Es mejor que no , podría

hacerte  daño.  - Ya no importa- dijo él desencantado.- Quién

más puede ser que Albert... No he podido evitar sorprender algunas

miradas furtivas entre vosotros.

Al menos dejáme ser el primero en felicitarte ya que ese si es un

amor correspondido . Lo siento por la pequeña Emma - No se si es o

no correspondido , lo único que soy capaz de decirte es que desde

que nos alejamos de la mansión no hago otra cosa que pensar en él,

en que ojalá que mi historia a su lado tuviera un final  feliz .Creo

que debería tratar de acercarme a él, confesarle lo que siento y

afrontar lo que venga. Necesito pedirte perdón por haberte dado

esperanzas sin pretenderlo. Me siento demasiado cruel contigo  . Lo

siento.

Alexander me abrazó tiernamente y me dijo que no debiera sentirme

mal: “No tengo que perdonarte nada.   Solo déjame pedirte algo,

prométeme que si Albert te  rechaza, yo aún tendré esperanzas de

ocupar tu corazón”.  Asentí y dándole un leve beso en los labios

desaparecí.