Acabando el martes, intentando que la semana no pueda con nosotros,
probando a disfrutar de cada momento del día que merece la pena y soñando
siempre, así os dejo un nuevo capítulo de Las azaleas del amor,
buscar vuestras mejores galas porque se avecina un capítulo de boda muy
emocionante...si estáis impacientes no os lo podéis perder , como siempre acepto sugerencias y comentarios, un gran abrazo y buenas noches.
Capítulo 30
El cerrajero vino dos días después. Francesca estaba indignada por no
haber consultado con ella.
En cuanto me quedé sola entré en la habitación de quién había sido mi
abuela. Era enorme. La colcha de la cama al igual que las cortinas eran de
color malva y estaban lujosamente bordadas. Abrí los cajones de la cómoda. Vi
demasiadas cosas pero nada despertaba mi interés. Por fin un cajón se me
resistía , pegué un fuerte tirón y caí sentada en el suelo. Me reí por lo
ridículo de la situación y después de cerrar la puerta por dentro centré toda
mi atención en su contenido. Allí había cartas y recibos relacionados
directamente conmigo, pues eran del colegio donde había permanecido internada. También había un
álbum de fotografías que decidí ojear, quedándome sorprendida al descubrirme
con dos, cinco , siete y diez años.
Realmente no había estado tan desligada de mi vida como había hecho creer
a todos , incluida a mí. Me sentía embargada por una sincera emoción . Junto al
álbum de fotos , descubrí un título de propiedad de una cabaña a nombre de
Madeleine Seymour, la madre de Albert, junto a una carta que jamás llegó a
enviarse : ”Querida Madeleine, ahora que siento que las fuerzas me faltan
, hago examen de conciencia y tras haber modificado mi testamento en favor de
mi nieta Lori Anne , quisiera también ser justa contigo, que la has cuidado
dignamente. Es por ello por lo que te regalo la cabaña en la que vives. Se la
compré a su propietario y ahora, es tuya y de tus hijos. Sólo te pido un último
favor. Que le entregues a mi niña la
sortija de la familia . Sabes que es muy valiosa y no quisiera que cayera en
manos de Francesca, esa alimaña. Quedo en deuda contigo. Theodora
Lowenfeld .” Dios mío, Theodora no
había resultado ser tan malvada y egoísta e ingrata como la gente pensaba.
Recordé a Albert, en lo duramente que la había juzgado. Allí en el fondo
del cajón pude ver que algo brillaba. Lo cogí. Era la sortija dorada con la
esmeralda en el centro que habíamos buscado sin resultados. Me la coloqué y
mirándola imaginé que esta joya me infundiría la fuerza necesaria para
enfrentarme a todos los contratiempos, que se me presentaran de ahora en
adelante. Cogí el título de propiedad junto con la carta y dejándolo todo tal
cual estaba me dirigí a la casa de Albert.
-
Hola Madeleine - La saludé
-
Querida - dijo ella - ¿ Qué te trae
por aquí ?Si deseas hablar con Albert ahora mismo no está
-
Bien , es mejor así
-
¿ De veras te vas a casar con
Alexander ?
-
-Sí ,es cierto
-
Lo siento, pero realmente no puedo creer que
lo tuvieras planeado desde el principio - dijo ella mirándome con ojos
benevolentes
-
Por supuesto que no lo tenía , pero
Albert jamás lo entenderá
-
Cuanto lo lamento, hacíais una
pareja tan hermosa.
-
Lo sé, pero tu hijo no ha querido
escucharme , y yo no voy a suplicarle.
-
Sin embargo aún le amas como él a
ti .Estáis sufriendo innecesariamente. Los jóvenes sois tan orgullosos,
vosotros mismos os estáis distanciando. Pero dime , hija ¿por qué no das tú el
primer paso ?
-
¡Oh! Madeleine, ya lo intenté
-
¿ En serio ? Él no me lo había
contado, entonces créeme que lo siento –
-
Dejemos eso. Sólo conseguiremos volver a abrir
heridas que aún no han cicatrizado. El motivo de mi visita es otro bien
distinto y considero que además bastante agradable - Dije yo, mientras sacaba
el documento que la acreditaba como única dueña de su hogar. - Encontré esto
entre las cosas de mi abuela - Se lo di para que leyera ambas cosas
-
No puedo creerlo - dijo finalmente
-. No se como agradecértelo , querida Lori Anne
-
Nada tienes que hacer, no he sido yo, Theodora
así lo dejó establecido y yo he querido que se cumpliera. Nada más. Ahora debo
irme.
-
Ojalá pudiera hacer que Albert recapacitara -
Dijo Madeleine en el umbral de su puerta.
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