martes, 16 de septiembre de 2014

Las azaleas del amor XXX


Acabando el martes, intentando que la semana no pueda con nosotros, probando a disfrutar de cada momento del día que merece la pena y soñando siempre, así os dejo un nuevo capítulo de Las azaleas del amor, buscar vuestras mejores galas porque se avecina un capítulo de boda muy emocionante...si estáis impacientes no os lo podéis perder , como siempre acepto sugerencias y comentarios, un gran abrazo y  buenas noches.
 
Capítulo 30

El cerrajero vino dos días después. Francesca estaba indignada por no haber consultado con ella.

En cuanto me quedé sola entré en la habitación de quién había sido mi abuela. Era enorme. La colcha de la cama al igual que las cortinas eran de color malva y estaban lujosamente bordadas. Abrí los cajones de la cómoda. Vi demasiadas cosas pero nada despertaba mi interés. Por fin un cajón se me resistía , pegué un fuerte tirón y caí sentada en el suelo. Me reí por lo ridículo de la situación y después de cerrar la puerta por dentro centré toda mi atención en su contenido. Allí había cartas y recibos relacionados directamente conmigo, pues eran del colegio donde  había permanecido internada. También había un álbum de fotografías que decidí ojear, quedándome sorprendida al descubrirme con dos, cinco , siete y diez años.

Realmente no había estado tan desligada de mi vida como había hecho creer a todos , incluida a mí. Me sentía embargada por una sincera emoción . Junto al álbum de fotos , descubrí un título de propiedad de una cabaña a nombre de Madeleine Seymour, la madre de Albert, junto a una carta que jamás llegó a enviarse : ”Querida Madeleine, ahora que siento que las fuerzas me faltan , hago examen de conciencia y tras haber modificado mi testamento en favor de mi nieta Lori Anne , quisiera también ser justa contigo, que la has cuidado dignamente. Es por ello por lo que te regalo la cabaña en la que vives. Se la compré a su propietario y ahora, es tuya y de tus hijos. Sólo te pido un último favor. Que  le entregues a mi niña la sortija de la familia . Sabes que es muy valiosa y no quisiera que cayera en manos de Francesca, esa alimaña. Quedo en deuda contigo. Theodora Lowenfeld .”  Dios mío, Theodora no había resultado ser tan malvada y egoísta e ingrata como la gente pensaba.

Recordé a Albert, en lo duramente que la había juzgado. Allí en el fondo del cajón pude ver que algo brillaba. Lo cogí. Era la sortija dorada con la esmeralda en el centro que habíamos buscado sin resultados. Me la coloqué y mirándola imaginé que esta joya me infundiría la fuerza necesaria para enfrentarme a todos los contratiempos, que se me presentaran de ahora en adelante. Cogí el título de propiedad junto con la carta y dejándolo todo tal cual estaba me dirigí a la casa de Albert.   

-         Hola Madeleine - La saludé 

-         Querida - dijo ella - ¿ Qué te trae por aquí ?Si deseas hablar con Albert ahora mismo no está

-          Bien , es mejor así

-         ¿ De veras te vas a casar con Alexander ?

-         -Sí ,es cierto

-          Lo siento, pero realmente no puedo creer que lo tuvieras planeado desde el principio - dijo ella mirándome con ojos benevolentes

-         Por supuesto que no lo tenía , pero Albert  jamás lo entenderá

-         Cuanto lo lamento, hacíais una pareja tan hermosa.

-         Lo sé, pero tu hijo no ha querido escucharme , y yo no voy a suplicarle.

-         Sin embargo aún le amas como él a ti .Estáis sufriendo innecesariamente. Los jóvenes sois tan orgullosos, vosotros mismos os estáis distanciando. Pero dime , hija ¿por qué no das tú el primer paso ?

-         ¡Oh! Madeleine, ya lo intenté

-         ¿ En serio ? Él no me lo había contado, entonces créeme que lo siento –

-          Dejemos eso. Sólo conseguiremos volver a abrir heridas que aún no han cicatrizado. El motivo de mi visita es otro bien distinto y considero que además bastante agradable - Dije yo, mientras sacaba el documento que la acreditaba como única dueña de su hogar. - Encontré esto entre las cosas de mi abuela - Se lo di para que leyera ambas cosas

-         No puedo creerlo - dijo finalmente -. No se como agradecértelo , querida Lori Anne

-          Nada tienes que hacer, no he sido yo, Theodora así lo dejó establecido y yo he querido que se cumpliera. Nada más. Ahora debo irme.

-          Ojalá pudiera hacer que Albert recapacitara - Dijo Madeleine en el umbral de su puerta.

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